Estamos en el mes de los buenos propósitos, época de cambios que para algunos guipuzcoanos arranca después de San Sebastián. Quien más quien menos procura mejorar su dieta. La experta Cristina Pérez Garay ofrecerá hoy cinco claves para una alimentación sana. Será en el marco del Aula DV, a las 19.30 horas en el Aquarium. La entrada es libre hasta completar aforo.
– Venimos de una época de excesos que resultan casi siempre inevitables. ¿Llevar una rutina saludable supone aislarse de la vida social?
– Hay veces en las que salirte de tu pauta saludable es inevitable por el entorno y la vida social, pero hay límites también, sin ir al extremo. Se puede hacer algún extra, el problema es cuando nos movemos entre el todo y la nada. Me paso un montón y luego soy súper estricto. La clave es hacer unos cambios nutricionales y mantener hábitos saludables que sean permanentes en el tiempo.
– ¿Así que son compatibles?
– Al 100%. La cuestión es no decir eso de como me estoy cuidando voy a aprovechar para pasar 15 días en Navidad comiendo un montón de todo, y además luego seguir con las sobras. Es mejor decir son Navidades, voy a comer cosas que habitualmente no como y que a lo mejor no hay que comer de continuo, pero sí me voy a dar esos caprichos poniendo límites. Hay que disfrutar comiendo en Navidades y también en cada comida de nuestra rutina saludable. No pensar que sólo se puede disfrutar cuando hay excesos.
– ¿Y qué le dice a quien esté a base de piña estos días?
– Es algo inútil que no va a servir para nada. Si no haces un cambio de fondo en lo que haces mal en tu día a día vas a volver a donde estabas. Cuanto más extrema sea la dieta, más excesos implica. El estar tiempo sin comer, ayunar, genera ansiedad, con lo que luego es la excusa para pasarse, porque como luego estaré otra época comiendo poco… Son engaños que se hace a uno mismo. No se trata de hacer dieta, sino de adoptar unos hábitos dietéticos adaptados a cada persona, a su nivel emocional, nutricional y también práctico.
– ¿Y si esa persona acostumbra tomar unos vinos con sus amigos?
– El vino, por ejemplo, no es saludable. Si viene alguien que toma cinco vinos al día, no es muy compatible con una vida saludable. Luego puede decidir reducirlo a uno, y yo le diré que tiene que valorar cómo se siente, que vea su progreso y lo que le aporta esa vida social. Y que valore hacer un cambio, compartir ese entorno social con una cosa que no sea vino. Es algo muy personal, tanto con el vino como con otras cosas. Porque una cuestión es el nivel teórico y otra el práctico. Pero normalmente a la gente le suele compensar cuidarse. E, insisto, se puede disfrutar y socializar.
– ¿Y si los demás no acompañan en estos hábitos saludables?
– Se puede aportar el granito de arena para una sociedad más sana. Cuando tú cambias un hábito, probablemente el de al lado hace un cambio también. Eso lo veo mucho. Por ejemplo, una paciente que me contaba que a su trabajo llevan pasteles los viernes, pero ella empezó a llevar manzanas. Otra compañera se sumó con más fruta, que ahora mucha gente come. Es hacer este tipo de cambios y aportar a la sociedad, que hace falta, porque vivimos en un entorno obesogénico.
– Quinoa, bayas de goji, khale, semillas de chía… ¿Existen los superalimentos?
– Como en todo, un poco de marketing hay. No hay ni un alimento indispensable, todos se pueden sustituir por otro del mismo grupo o similar. De hecho, el alimento en sí no es lo que hace una rutina saludable, sino el conjunto de todos los alimentos. Puedes comer quinoa, pero si lo acompañas de cruasanes y patatas de bolsa, ya me dirás el efecto beneficioso de eso. Sí que es verdad que hay unos alimentos más sanos que otros, pero no hay ningún superalimento o alimento que vaya a hacer un milagro. Es el conjunto de la dieta lo que importa. Lo que sí hay son alimentos muy procesados que no son sanos.
– ¿Por ejemplo?
– La fruta es más sana tal cual que en zumo, y un zumo natural siempre es más sano que uno procesado, azucarado y que ha perdido vitaminas. Hay alimentos que al estar muy procesados han perdido todos sus nutrientes y tienen una carga calórica muy alta.
– En las redes sociales ha dado mucho que hablar la foto del hijo de una nutricionista desayunando garbanzos. ¿Qué le parece?
– No lo veo mal. Si en esa familia tienen ese hábito y es lo que ha visto, no le va a parecer algo raro. De hecho, en prácticamente todas las partes del mundo no desayunan galletas y cereales, sino alubias, arroz o pan sin azúcar. Lo de asociar el desayuno a algo dulce deriva también del marketing. Parece que si no hay galletas no puedes desayunar nada. Nutricionalmente, desayunar garbanzos es mucho mejor que comer galletas. Y si para el niño es algo natural, me parece muy bien. Yo muchas veces recomiendo tomar un poco de hummus en tostada o aguacate. En un momento dado, no digo no a la mermelada y la mantequilla, pero el abanico es más amplio.
– ¿El azúcar es casi sinónimo de veneno, como están advirtiendo los dietistas nutricionistas?
– Es malo porque aporta calorías pero no nutrientes. Y se añade en exceso a muchos alimentos, como el tomate, los zumos, al pan, a las masas, algunos fiambres… y lo estás tomando sin saberlo. Te lo meten oculto en unas cantidades que superan por mucho las recomendadas.
– ¿Deberíamos fijarnos más en las etiquetas?
– Parece que la vista se te va a las calorías, pero lo importante es fijarse en los ingredientes para saber qué te estás comiendo, si es tomate o azúcar con un 10% de tomate. E intentar optar por materias primas, eso no falla.
– ¿Y si el niño se resiste al ver frutas y verduras?
– A veces, a los padres lo que les angustia es que el niño no come una cosa, aunque sí come bien otras cosas. Es mejor que coma media manzana que un zumo procesado entero, porque entre eso y nada, en mi opinión mejor nada. Habría que estar más preocupados por los alimentos insanos que comen que de los alimentos sanos que no comen. Un niño puede no comer verdura pero sí lentejas, frutas… Que el resto de lo que coma sea sano. Eso es preferible al niño que come verdura pero lo acompaña de bollería y otros alimentos poco recomendables. Es peor comer mal que no comer bien. También en un proceso de aprendizaje, no se puede pretender que a un niño le guste de todo desde siempre. Hay que relajarse, ofrecerles alimentos sanos y dejarles que vayan a su ritmo.
– La publicidad, ¿hasta qué punto condiciona nuestra alimentación?
– Todos los anuncios de alimentación van asociados al éxito, al placer, etc. y los emiten a determinadas horas, en momentos en que la gente busca esa emoción. Está todo muy estudiado.