No es un libro de recetas, no habla de trastornos alimentarios, «ni tampoco tiene la solución mágica». Cristina Soria, conocida como la coach de la televisión, ha reunido en un libro «herramientas para trabajar el interior y que se refleje en el exterior». Soria visitó Donostia para presentar ‘No son las dietas, son los hábitos’ (Espasa) dentro del Aula DV en colaboración con Obra Social La Caixa.
– Usted es periodista. ¿Cómo se convirtió en coach?
– Al mundo del coaching se llega por muchas vías. Yo llegué por una experiencia personal, porque necesitaba recolocar mi vida. Me inicié en el coaching para ayudarme a mí. Cuando nació mi hija las cosas no salieron como deberían haber salido y cogí una excedencia para cuidarla. Ahora está bien, pero aquello me descolocó. Trabajaba en una empresa de construcción y cuando me reincorporé, en plena crisis, a las mamás nos ofrecieron la posibilidad de un despido improcedente. En un principio no quise decir que sí, pero me di cuenta de que era la mejor salida, como me aconsejó mi familia, que siempre me dio libertad de elección. Además, necesitaba reorientar mi vida, curar heridas… Mi marido me habló del coaching, que me podía ayudar. Hice el máster, un trabajo de desarrollo personal muy grande durante un año en el que te das cuenta de que tienes la posibilidad de ayudar a otras personas, que tienes la capacidad de empatía. Era algo que me atraía, me hacía feliz. Empecé a disfrutar de mi nueva vida y se convirtió en mi profesión.
– ¿Qué hace un coach?
– Ayudar a las personas para que consigan sus objetivos y metas superando barreras y obstáculos. Ofrecemos herramientas de forma objetiva, sin juicios, para que descubran la fuerza que tienen y encuentren respuestas a sus preguntas. Cualquier familiar o persona con la que hay un vínculo te aconseja desde el amor; los coaches lo hacemos desde el amor y la objetividad.
– ¿Tiene pacientes o clientes?
– Clientes, que es como se traduce ‘coachees’. No son pacientes porque no trabajamos con terapia.
– ¿Y qué les pasa a sus clientes?
– Habitualmente te aconsejan que te especialices. Mi caso es raro porque al estar en televisión, el público me ha llegado y me he especializado en las mujeres, aunque también trabajo con hombres. Son mujeres que necesitan trabajar su autoestima, su seguridad, sufren el síndrome de nido vacío… Se trata de que las personas que tienes delante adquieran las herramientas necesarias para ser más felices, entendiendo que van a pasar malas épocas, pero tienen herramientas para superarlas.
– Suele analizar el lenguaje no verbal en programas como ‘Sálvame’. ¿Los gestos dicen más que las palabras?
– El mayor impacto de la comunicación es a través de los gestos. Lo que pasa es que algunos gestos son conscientes, otros inconscientes y otros semiconscientes. Pero tienes que hacer una valoración global: que una persona se rasque la nariz no significa que esté mintiendo, puede ser que tenga alergia. Pero, obviamente, comunicamos mucho más con los gestos que con las palabras.
– Ha escrito ‘No son las dietas, son los hábitos’. ¿Tenemos más hambre emocional que física?
– Desgraciadamente, en la época de la crisis hubo gente que pasó hambre física. Aunque ahora se está aprendiendo más sobre inteligencia emocional, hasta hace unos años nadie reparaba en las emociones, y si no sé gestionarlas, detectar qué me está ocurriendo y cuál es el origen de esa emoción, a veces lo que hago es taparla con comida. Es bastante habitual que consolemos nuestras emociones y el dolor a través de la comida, porque es algo que satisface de forma inmediata. Lo que pasa es que después aparece ese sentimiento de frustración y de culpa que es peor que la emoción en sí.
– Es un círculo vicioso…
– Si alguien me deja o estoy enfadada o estresada la comida no me va a solucionar el problema, simplemente lo tapa unos minutos.
– ¿Cómo se puede evitar el impulso de darse un atracón?
– Primero, siendo conscientes de que estamos sintiendo algo que nos lleva a comer impulsivamente, que comemos por ansiedad, no por hambre. Tengo que darme cuenta si estoy triste, enfadada o nerviosa, y parar esa emoción que va de forma muy rápida. A mis clientes les digo que escriban lo que sienten, y si están tristes y tienen que llorar, que lloren. Se trata de aprender a gestionar la emoción, pero que no sea a través de la comida.
– ¿Es más difícil cambiar de hábitos que iniciar una dieta?
– Cualquier momento es idóneo para cambiar hábitos. Nuestro cerebro asocia la palabra dieta a algo momentáneo, a algo que tiene un fin, y además es algo a lo que le doy un carácter negativo porque paso hambre, no es efectivo, no puedo hacer vida social… Con lo cual ante esa perspectiva pongo excusas para no empezar. Realmente si somos conscientes de la cantidad de mitos que hay, de lo bien que se pueden mantener lo hábitos en el tiempo, aun viajando o comiendo fuera de casa, si somos capaces de introducir ese concepto y de querer empezar a llevar una vida sana en alimentación, cualquier día es bueno. Más allá de que adelgace o no adelgace, lo importante es cambiar el concepto de ‘estoy a dieta’ por ‘estoy aprendiendo a comer’. Es algo que yo hice y tuve que aprender, y aquí sigo, al pie del cañón, aunque a veces flaquee.
– ¿Cristina Soria es muy estricta?
– Siempre digo que hay que ser un poco flexible. Nos tenemos que cuidar pero no vivimos del cuerpo, entonces el objetivo es encontrarte bien, sentirte ágil, no cansarte al hacer deporte, gustarte cuando te miras en el espejo… Otra cuestión es que haya un problema de salud que exija hacer una dieta estricta. En mi caso, tengo mucha vida social. Si antes siempre tomaba un postre dulce, ahora tomo una cucharada, o si hago cierto exceso, sé que lo tengo que quemar de alguna forma. No hay que obsesionarse por no comer nada fuera de… En este libro recojo testimonios sobre vidas reales y normales, con sus alegrías y penas.
– ¿Qué importancia tiene la organización del tiempo?
– Para mí es lo fundamental. Hay gente que habitualmente come improvisando, sobre todo en ciudades más grandes en las que no tienes la posibilidad de ir a casa a comer o llegas con el tiempo justo para ir a buscar a los niños al colegio, y comes cualquier cosa. Organizar el tiempo conlleva planificar, entre otras cosas cuál va a ser mi alimentación esta semana. Con lo cual voy a comprar con orden, voy a ahorrar mucho dinero y voy a planificar mis menús, lo que va a evitar la improvisación. Si llego a casa y no tengo nada preparado y tengo prisa, voy a tirar de lo que sea y, posiblemente, de lo menos sano. Estoy generando malos hábitos. Ademas, estoy convencida de que el orden es fundamental para encontrarte mejor. Hay personas que en los momentos en que se encuentran peor emocionalmente les arrastra una especie de desorganización y no son capaces de poner las cosas en su sitio, ni emocionalmente, ni profesionalmente… Es bueno saber organizarse, es una tarea más y lo puedes aplicar a todos los ámbitos en la vida.