La dignidad, desde todos los ángulos, tanto la que asiste a los inmigrantes que navegan en patera como la que manchan los presidentes de Gobierno que plagian una tesis, merecía un debate sereno. La palabra «dignidad» está en nuestras vidas, la leemos en el periódico, resuena en los telediarios y en los debates de los medios y las redes. La muerte «digna», los movimientos indignados, nos trasladan un concepto tan omnipresente como mal definido. La aparición del libro «Dignidad» (Galaxia Gutenberg), del filósofo Javier Gomá, viene a corregir esta falta. Con tal motivo, el autor mantuvo un diálogo formidable  con el director de ABC, Bieito Rubido, en el Teatro Real.

Rubido subrayó en su presentación la sustantiva aportación de Javier Gomá a la España de nuestro tiempo, con obras como la Tetralogía de la Ejemplaridad, que puso en el centro del debate público un concepto insuficientemente analizado en una sociedad tan falta de modelos y que acabó convirtiéndose en un concepto transversal a la política y la ética públicas. Y lo mismo auguró a este «Dignidad»: «El tiempo dirá el valor del aporte de Javier Gomá a nuestra sociedad», afirmó.

Sin defensores

El filósofo explicó que ha escrito este libro porque la dignidad está en su diccionario personal y porque investigando ha comprobado que «si el mundo es una batalla entre miseria y dignidad, yo quería militar del lado de la dignidad». Para el autor, existe una suerte de enamoramiento de las palabras que han movido grandes cambios o revoluciones en la humanidad. Ese enamoramiento lleva a que se las defienda, como ocurrió con la libertad, «pero la dignidad no tuvo quien la defendiera a pesar de que vivimos inmersos en una revolución que la invoca».

Gomá define la dignidad como «una cualidad que posee todo hombre y mujer por el hecho de serlo y que ha sido adquirida sin mérito y convierte al resto de la humanidad en deudora y al portador en acreedor a un respeto. Un respeto a esa dignidad». Es un concepto realmente muy resistente: «no cede frente al interés general. La dignidad individual resiste incluso ante la tiranía de la mayoría», aclaró.

Por eso -le indicó Bieito Rubido- dice en su libro que para algunos «la dignidad estorba». Gomá explicó que «hay seres que estorban para el progreso de la comunidad, que no aportan ya o no producen, que lentifican al conjunto, pero entonces alguien defiende que merece la pena preservarlos porque nos dignifican moralmente». Por eso, concluyó, «entiendo el progreso moral como la sustitución de la ley de la naturaleza, la del más fuerte, por la de la cultura y la civilización, la ley del más débil».

La conversación continuó por otros conceptos asociados a la dignidad como el hecho de que es cosmopolita, puesto que si todos los hombres tienen la misma dignidad por el hecho de serlo, eso «significa que solo hay una raza, la humanidad, y solo hay un principio, la dignidad. Eso es por naturaleza cosmopolita y rompe fronteras. El Estado no podrá ignorar que cualquier hombre o mujer está dotado de dignidad y el resto del mundo le debe respeto», aseveró Gomá.

La ironía estuvo presente en la velada cuando estaba Gomá argumentando con un pie en las obras de otros autores y entonces se disculpó por usar tanta cita. Y Bieito Rubido dijo:

-Mejor que plagiar es citar…

-Qué cruz… -exclamó Gomá tras una pausa entre las carcajadas del público que cogió al vuelo la referencia a Manuel Cruz, presidente del Senado cuyo manual de filosofía contaba con numerosos plagios, según publicó ABC.

El tema también mereció después una pregunta directa de Rubido:

-¿Es indigno un presidente que plagia su tesis?

-Soy autor de un artículo del que he hecho bandera: «Escurrir el bulto» -respondió Gomá entre más risas del público-. Pero diré que la dignidad puede ser traicionada. Ahora bien, aunque la violes mil veces no la menoscabas. Aun cuando tu comportamiento sea indigno, tu dignidad no se desgasta, nunca. Si Hitler es poseedor de dignidad humana a pesar de sus tropelías, Sanchez también. Otra cosa es que haya tenido un comportamiento indigno, pero eso lo debéis decir los periodistas…

Recordó Gomá que la indignación creciente procede, paradójicamente, del progreso moral. «Tenemos fundamento para estar orgullosos de nuestra época, así que, ¿por qué si hemos progresado en lo material y lo moral -se preguntó- cunden la tristeza y el hastío?». El filósofo dijo que «con el alto concepto de dignidad que tenemos sentimos más cosas que la atropellan». Otro de los ejemplos que demuestran esa mejora es la diferencia que puede establecerse entre «la violación a una esclava en una casa de la antigua Roma y una violación de hoy. Ya no puedes cometer un acto así sin envilecerte, más allá del reproche penal. Produce asco a tu alrededor y a ti mismo. El asco ha sido un factor de civilización», afirmó.

El filósofo propugna un arte de vivir que puede verse como un cóctel: «Una insumisión absoluta, rebelarse ante el fin que la naturaleza nos da, el mismo que a los mosquitos y apoyarnos en la cultura, donde desarrollamos la ternura, la ciencia, la benevolencia, la justicia, el arte. La insumisión permanente haría de nosotros seres invivibles. Si combinamos esa rebeldía con el juego, el humor y la deportividad (porque la vida es un deporte de riesgo, a quien vive le pasan cosas), tenemos un cóctel que ayuda a vivir. Las proporciones las pone uno según su experiencia», concluyó.