José Luis Manzanares, uno de los empresarios más destacados de Andalucía, cuya firma de ingeniería, Ayesa, es hoy una gran multinacional con 4.400 trabajadores, ha recibido este año el Premio a la Trayectoria Empresarial en Andalucía, que concede la Sección de Economía de ABC de Sevilla con el patrocinio de Banco Sabadell.

La entrega del galardón, que alcanza ya su décimo sexta edición, se ha celebrado durante un almuerzo en la Casa de ABC, al que asisiteron el pasado 11 de diciembre familiares y amigos del premiado, directivos de Ayesa, así como destacados empresarios y representantes de instituciones andaluzas, entre ellos, la consejera de Hacienda y Administración Pública, María Jesús Montero, que clausuró el acto. Su mujer, Ana María Abásolo, sus hijas Arancha, consejera delegada del área de sistemas y nuevas tecnologías de Ayesa, y Ana Manzanares, directora de la Fundación, arroparon al empresario sevillano en este reconocimiento.

«La entrega de este Premio», destacó el director de ABC de Sevilla, Álvaro Ybarra, «es para nosotros uno de los actos más íntimos de cuantos organizamos en esta Casa, en el que de una manera sencilla rendimos homenaje anualmente a quienes más riqueza y trabajo generan para Andalucía».

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Por su parte, Agustín Rodríguez, director de la Red Empresas en la Territorial Sur de Banco Sabadell, subrayó el «saber hacer» de la familia Manzanares para «lograr mantener a Ayesa entre las empresas punteras de nuestra comunidad autónoma, convertirla en una de las primeras ingenierías españolas que ha logrado competir a nivel internacional en un mercado tan desafiante, y culminar un relevo geenracional exitoso».

María Jesús Montero recordó el papel que desempeñó el empresario sevillano durante la Exposición Universal de 1992. «Si la Expo nos situó en el mundo como una tierra de innovación y progreso, estoy convencida de que en parte fue gracias a José Luis Manzanares. Ese legado aún continuó latiendo con fuerza y en tiempos tan inciertos como los que vivimos, tan convulsos y tan maniqueos, creo que tenemos que aprender de Manzanares, de su empresa, de su talento y de que el conocimiento está bien empleado cuando sirve para construir puentes, para acercar tierras separadas o para ayudar a su gente».

Columnista de ABC

La presidenta-editora de ABC, Catalina Luca de Tena, realizó una semblanza de José Luis Manzanares siguiendo su rastro en la hemeroteca de ABC de Sevilla, donde el empresario, ingeniero, catedrático y también escritor desarrolló su faceta de columnista bajo el epígrafe «El Altozano», una etapa que le aportó mucha felicidad, según él mismo ha reconocido hoy, durante su discurso de agradecimiento, tras recibir el Premio ABC a la Trayectoria Empresarial.

Una intervención que José Luis Manzanares inició con una confesión: «Yo nunca he querido ser empresario. Jamás. En la Triana mía, de pequeño, los empresarios lo que tenían eran tiendas y yo no quería ser tendero y estar detrás del mostrador toda la vida. Tampoco pensaba ser profesor. Era muy tímido. Hablar en público me ponía muy nervioso Cuando ayudaba a misa de monaguillo me temblaba la voz. A mí lo que me gustaba era mi mecano, soñaba con ser ingeniero, poner grúas y hacer puentes».

En su relato de la historia de más de medio siglo Ayesa, el empresario intercaló anécdotas que hicieron reír al público, como los primeros «fichajes» para montar el pequeño estudio de ingeniería que es el germen de la multinacional actual. Entre ellos, el de «una secretaria que tenía un novio barbudo, activista político, sin ningún porvenir, que se llamaba Alfonso Guerra».

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«Mis ángeles de la guarda»

José Luis Manzanares también señaló a quiénes llama sus «ángeles de la guarda», «aquéllos que cuando te vas a estrellar te pegan un empujoncito y te hacen saltar el precipicio».

El primero que citó es Javier Benjumea Puigcerber, fundador de Abengoa. «Nos dio un millón de pesetas, que entonces era muchísimo, para salvarnos de más de un apuro y me cogió mucho cariño. Me adoctrinaba en la obligación de los que teníamos una empresa en una tierra, como la de entonces, que no tenía clase media, solo cuatro familias con muchas fincas y una masa de gente muy pobre. Y la obligación que teníamos era crear tejido empresarial, clase medias y sacar esto adelante»,señaló.

«Yo le debo mucho a Javier Benjumea y a su familia y mantendré la deuda permanente con ellos para lo que necesiten porque creo que han hecho mucho bien por sevilla y por Ayesa», añadió.

Manuel Olivencia es otro de sus «ángeles», el que contó con él cuando era comisario de la Expo 92, una oportunidad que aprovechó Ayesa después para convertirse en socio local de las grandes ingenierías españolas.

Sus tres hijosArancha y José Luisambos consejeros delegados de la compañía, ella para el área de gestión de sistemas y nuevas tecnologías; y él en la de ingeniería; y Ana en la Fundación, han sido los artífices del «cambio radical» de Ayesa. «Yo soñaba con ser ingeniero y tener un gran estudio en Sevilla de 100 personas. Hoy somos 4.400 personas, trabajando en más de 40 países y 16 sedes».

Sus últimas palabras fueron para su mujer, Ana María Abásolo: «Ha sido la que ha empujado siempre mi vida con los vientos de las sirenas del Norte, esos que te llevan siempre por el camino recto, sin torcerte ni un milímetro. Pienso que, verdaderamente, mi gran premio en la vida, en el ocaso de mi vida, ha sido ella».