«Ojalá que algún día esta carrera sea sólo una reunión de hombres y mujeres para hacer ejercicio. Pero yo no lo veré. Aunque ojalá me equivoque». Cruz Casar, a sus 65 años, acababa de entrar en la meta de la primera Carrera de la Mujer de El Diario Montañés. Natural de San Vicente de Toranzo, sus 65 años le confieren la autoridad que da la vida. Y aunque a nivel personal confesaba que «he sido una privilegiada», sí esperaba que en 2018 las cosas para las mujeres «estuviesen mejor». Por eso, iniciativas como la de El Diario –y que contaba también con el patrocinio de Caixabank y la colaboración de Supermercados Lupa y Seguros DKV– son aún más que necesarias. Y por desgracia, lo que queda. «Es una carrera de fondo. Una lucha empezada por mujeres hace unos cuantos años». La lucha sigue. Pero la buena noticia es que cada vez hay más adeptos a la causa. La primera marea morada reunió a un millar de voluntades. Y muchas de esas camisetas eran llevadas por hombres. Algún día, más temprano que tarde, se hará realidad el deseo de Cruz, que es el deseo de todos los que enarbolan la bandera de esta causa. Que carreras como la de ayer sean sólo una ocasión para hacer algo de ejercicio. Será el día en el que la búsqueda de la igualdad deje de ser noticia porque ya se haya conseguido.

La determinación del millar de participantes era grande para pelear por dos grandes objetivos. El primero, seguir luchando por conseguir algún día esa igualdad real. El segundo, más específico, gritar contra la lacra de la violencia machista –parte de lo recaudado con las inscripciones se destinaba a la Asociación Consuelo Bergés–. Una fuerza de voluntad tan grande como para desafiar a un día típicamente primaveral en Cantabria. El cielo era un mosaico de tragaluces que combinaba el negro y el azul a partes iguales. La alternancia de chubascadas y claras era una constante. A eso de las diez, la plaza de Alfonso XIII ya se iba poblando de camisetas moradas. En teoría, a esa hora se cerraba el plazo de inscripción en el punto habilitado para ello. Pero ese plazo se relajó para admitir a la última remesa de valientes. Por entonces, un solete de lo más agradable tenía su turno en el cielo.

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Carmen Fernández, una santanderina, ayudaba a Cristian en los preparativos. Su historia ponía el primer nudo en la garganta de la mañana. «Vivo el problema de la violencia machista en primera persona. No por mí, sino por una hija, que es peor aún. Ella vive en Málaga. O cambia la justicia…». Por eso, Carmen no podía faltar a un día como el de este domingo. «Y para que la generación de Cristian no tenga que ver esas cosas». Ambos iban a hacer los 4,5 kilómetros de recorrido «andando. Y si llueve, tenemos paraguas», añadía con una sonrisa llena de coraje.

Pocas cosas alegraban más que ver a tanto hombre con la camiseta de la carrera. El mensaje lanzado durante las semanas previas, de que era una prueba no excluyente y de que la igualdad es cosa de todos, caló y de qué manera. Juan Fernández vino desde Villafufre. «Soy aficionado a estas carreras populares. Vengo a muchas». La de ayer era distinta. «En estas cosas hay que estar. Hay que potenciar a la mujer, defenderla, apoyarla… Están pasando cosas muy graves. Estamos en unos tiempos en los que la gente tiene más estudios, más capacidad… Y esto de la violencia machista no para». Juan estaba un poco desentrenado y «haré la carrera andando, pero ligero».

«Hay que apoyar esta causa. Es algo mucho más que necesario». Natalia Ortiz, una barquereña, también tenía su camiseta morada y su dorsal. Su mensaje era el unánime de la mañana. «A ver si se acaba de una vez con esto de la violencia machista». Su amiga Rosa María Guerra, de Santander, señalaba que aún no estaban preparadas para hacer los 4,5 kilómetros a la carrera. «Venimos a apoyar esta causa y a darnos una caminata», afirmaba con una sonrisa.

El turno de la lluvia

En la ruleta de colores que era el cielo, a veinte minutos para las once de la mañana, la hora de comienzo de la carrera, salió negro. Un imponente nubarrón empezó a descargar agua e hizo que los espacios para guarecerse estuviesen de lo más cotizado. «Somos cántabros, esto forma parte de nuestro paisaje», animaban desde la organización a través de la megafonía. Durante diez minutos, hubo caras de lo más circunspectas aguantando el chaparrón. Pero el tiempo se apiadó de una carrera con tan buenos propósitos. El inmenso trozo de algodón negro se fue, lentamente, hacia la bahía y el interior de la región. Poco a poco, dejaba de llover.

Con esos diez minutos por delante hasta el inicio de la carrera, los torrelaveguenses Lidia Herrero y Alberto Labrador hacían los últimos estiramientos. La forma de hacerlos revelaba que ambos eran buenos corredores. El suyo era uno de los muchos ejemplos perfectos que había en la plaza, porque ambos son pareja. «Es importante estar aquí por lo que está pasando ahora. La mujer tiene que ser igual al hombre», espetaba Lidia. «Algo que apoyamos todos», añadía Alberto. Los dos confesaban que iban a hacer la carrera «ligeros, a buen ritmo», decían entre risas. Como corresponde ya a atletas consumados. «Yo vengo de correr hace poco una media maratón», concluía él.

A las once de la mañana empezaba su marcha la primera marea morada. Prácticamente sin una lluvia que respetó a todos los participantes. Los que tenían más prisa, salieron a la carrera. Atletas de prestigio o ‘runners’ habituales que a la vez que reivindicar la igualdad y gritar contra la violencia machista, aprovechaban la mañana para un rodaje explosivo. El circuito transcurría desde la plaza de Alfonso XIII, los Jardines de Pereda, el Paseo de Pereda y la calle Castelar –por su zona marítima– y la Avenida de Severiano Ballesteros, hasta llegar a la rotonda de Los Peligros. La del ancla. Ahí, se giraba para desandar el camino. Para quienes estuviesen menos en forma, quedaba la opción de hacerlo andando.

Iván Arauzo fue el que más prisa se dio de todos. Trece minutos y 48 segundos fue lo que tardó en volar por el recorrido. «Es lo de menos el quedar primero», apuntaba el fondista del Atletismo Torrelavega. Pero el de ayer era el día de ellas. Dolores Marco, una de las fondistas de postín de la región, era quien pasaba en primer lugar por el arco de meta, con un crono de 15:20. Poco después, uno de los nombres imprescindibles del atletismo cántabro. Carmen Cacho, camino de los 60 años, entraba segunda en meta con un tiempo de 16:21. El podio lo cerraba Noemí Peña, con un registro de 16:31.

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En un día como el de este domingo, «lo de menos era quién ganase», afirmaba la vencedora. «Es una jornada para ser solidaria con esta causa». Dolores Marco es asidua a carreras como la de la Mujer de El Diario. «Suelo correrlas por toda España. Son muy divertidas». La pelea por la igualdad en la sociedad también se ha trasladado a su deporte, el atletismo. «Estamos un poco mejor. Antes había más desigualdad en los premios. Pero ahora las mujeres estamos plantando más cara. Porque hacemos el mismo esfuerzo que los hombres, ¿no». De esfuerzos sabe de sobra. Antes de la Carrera de la Mujer, se había dado una buena paliza de 13 kilómetros. «Es que tengo dentro de poco el Campeonato de Europa de Media Maratón para la categoría máster en Alicante».

 Aunque la Carrera de la Mujer de El Diario era reivindicativa y no competitiva, fueron muchos los que se lanzaron a volar sobre un trazado liso como un plato. Lara Gómez, otra destacada atleta aunque especializada en distancias más cortas, lo pasó «muy bien» en un recorrido corto y llano. Pero sobre todo, acudió por «apoyar las causas» que abanderaba la prueba. Su crono de 21:15 fue uno de los muchos que estuvo en esa franja de los 20 o los 21 minutos y que se traducían en un buen esfuerzo mañanero. La lluvia, que no quiso perder su cuota de protagonismo, apareció tras la conclusión de la carrera de nuevo como nota discordante y obligó a modificar algunas de las actividades de ocio previstas.

Por la meta pasaron después más de un millar de voluntades y de historias. Pero todas con un propósito común, como es el conseguir una sociedad más igualitaria, más justa y en la que la violencia machista no tenga cabida.

Esa frase de ‘las grandes carreras empiezan con un primer paso’ le viene de perlas a quienes se aficionan al atletismo. Poco a poco, con esfuerzo, la meta se consigue. La Carrera de la Mujer de El Diario Montañés no es el primer paso por la igualdad y contra la violencia machista. Ese se dio hace ya demasiado tiempo, por mujeres anónimas que decidieron no resignarse. Simplemente, esta carrera es un paso más. Pequeño, pero un paso. La camarguesa María Moreno resumía a la perfección el propósito con su hija Martina –de apenas dos añitos y medio– en brazos. «Tenemos que educar a los niños en que todos somos iguales y no se puede abusar de nadie. A ver si conseguimos que no haya una carrera para Martina cuando sea mayor». Queda camino por recorrer, pero cada vez un poco menos. Más y más personas, como ocurrió ayer, claman por una sociedad en la que ya no haya que hablar de igualdad. En la que no haya una Carrera de la Mujer porque no haya nada que reivindicar. Ayer se sumó un millar de esfuerzos de color morado para que ese día esté un poco más cerca.