«Poco a poco la Región de Murcia está desplegando un relato gastronómico propio que la hace estar presente en todos los eventos de importancia del país». Estas palabras del director de ‘La Verdad’, Alberto Aguirre, al inicio de la Gala de los III Premios de Gastronomía, fueron premonitorias de lo que iba a ocurrir en la sala Miguel Ángel Clares del Auditorio. Porque la propia gala fue un relato emocional condensado de la foto fija que ofrece este sector, cada vez con mayor peso en el desarrollo económico de la Región; pero sobre todo, porque lo que desfiló por el escenario, bajo la sobria conducción del periodista y gastrónomo José Ribagorda, fue un compendio de historias personales: historias de trabajo, dedicación y sacrificio; de alegrías y de recuerdos emocionados de quienes ya no están; de nostalgia y esperanza en el futuro, de agradecimiento… de historias de personas.

Como las que apenas pudo contar Pilar García, Premio Porsche al mejor jefe de sala por su trabajo en el restaurante Salzillo, a quien la emoción de recibirlo apenas le permitió agradecérselo a familiares, miembros de su equipo, clientes y amigos que la acompañaban en la celebración. Un premio que fue alabado por el propio Ribagorda, quien puso de manifiesto la «importancia de valorar esta parte de la restauración tan importante y tanto tiempo olvidada».

Una de las claves de lo que Aguirre calificó en su intervención como «salto cualitativo evidente de la gastronomía murciana en las últimas décadas» es el trabajo de quienes están en contacto con la rica despensa regional: productores, agricultores, ganaderos y pescadores, de quienes se acordó Cayetano Gómez, del Salón Promenade, al recibir su premio al mejor jefe de cocina 2018, un premio entregado por Bankia. El chef del Salón Promenade, un hombre que gestiona banquetes de cientos de personas «como si fueran una mesa de cuatro», quiso agradecer «el trabajo y el mimo que todos estos proveedores ponen en su trabajo para ponernos delante a los cocineros el mejor producto posible».

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Y llegó el rock’n roll. José Cremades y Ángel Sánchez, socios fundadores del Grupo La Cangreja, desplegaron sobre el escenario todo el desparpajo y la energía de dos jóvenes apasionados por su profesión, que en cinco años han pasado de montar un chiringuito con una cocina de un metro cuadrado a dar 75.000 servicios. Tras recibir el Premio Estrella de Levante al mejor proyecto revelación, entre vítores, agitar de camisetas y aplausos de un nutrido grupo de fans, hicieron vibrar a los espectadores con su relato vital, «de ausencias familiares, de trabajo de sol a sol, de sacrificios personales que solo la satisfacción de los clientes compensan en parte», en palabras de Cremades, quien, de paso, rindió homenaje «a todos lo que nos han ayudado a dar los sucesivos pasos que nos han llevado aquí». Incluyendo, por cierto un homenaje al famoso sofrito de ‘El Mosqui’, restaurante de Cabo de Palos especializado en Caldero. Otra historia de reconocimiento desinteresado y ajeno a cualquier competencia.

Y más historias. La de una familia que en su cuarta generación sigue al frente de un restaurante, el Venezuela, que es un referente de nuestra gastronomía, más allá de las fronteras regionales. José Antonio Jiménez y su madre, Fernanda Hernández, subieron al escenario para recibir el Premio Ayuntamiento de Murcia al mejor restaurante tradicional, de manos del concejal de Cultura, Jesús Pacheco. «Tenemos un equipo impresionante, mezcla de familia y amigos –contó un agradecido Jiménez– . De hecho, acabamos de jubilar a cuatro personas que llevaban con nosotros cincuenta años». Jiménez tuvo también un recuerdo para sus proveedores, «muchos de ellos compañeros también de esta historia que empezó mi padre con mi abuelo». Fernanda aprovecho para tener un recuerdo emocionado a su marido, Anastasio, fallecido hace ocho años.

Acaba de ver confirmada su segunda estrella Michelin y recogió por tercer año consecutivo el premio al mejor restaurante creativo, entregado por Salzillo Tea and Cofee. Para Pablo González Conejero, chef de Cabaña Buenavista, reconoció que «la historia de las dos estrellas nos ha ido llegando a lo largo de 15 años de trabajo, con un equipo que se lo ha ido creyendo, que ha ido creciendo en número y compromiso y en el que todo el mundo se siente importante». Como un ejemplo del trabajo de las cocinas de Cabaña Buenavista, Conejero presentó sus huevas de baja curación, un producto que definió como «un contenedor de historias personales. En esta región, todo el mundo tenemos algún recuerdo vinculado a este producto; a mi se me han echado a llorar literalmente clientes, probándolas». Y es que la cocina es memoria, recuerdo y nostalgia, entre otras muchas cosas.

Adrián de Marcos, del restaurante Magoga, en Cartagena, recibió el Premio Juan Gil al mejor sumiller del año. Cocinero de formación, con la sensibilidad a flor de piel por su reciente paternidad, De Marcos tuvo palabras para su esposa, María, chef del Magoga «sin la que nada de esto habría sido posible». El sumiller dio algunas de las claves de su trabajo: «tenemos que conocer al cliente en el poco tiempo del que disponemos, evitar dar lecciones y centrarnos en procurar su felicidad en esos momentos».

Al final, los sentimientos rompieron diques definitivamente. Sobre el escenario, junto al presentador, el premio a toda una vida, entregado por Makro a Antoine Hernández, natural de Librilla, donde vive y, sin embargo, con un intenso acento parisino, propio de un hombre que con tres años viajó a Francia y allí se quedó hasta hace unos años. La emoción hasta la lágrima que apenas le permitió hablar le llegaba de dos fuentes: el propio reconocimiento en su tierra natal y la reciente muerte (agosto) de Joël Robuchón, el cocinero con más estrellas Michelin de la historia, que ha sido su maestro, socio y amigo. Aún hoy, Antonio controla la sumillería de 26 restaurantes repartidos por tres continentes. Hernández habló del amor de Robuchón por la cocina española: «Se enamoró de la barra del Nou Manolín de Alicante y trasladó la idea a sus restaurantes con estrella». Y sentenció: «Creo que los restaurantes de la Región tienen que promocionar más los vinos de la Región». No lo dice cualquiera: lo dice el responsable de sumillería de todo un imperio gastronómico mundial, que algo debe saber de vinos.