María Martínez-Sagrera (Córdoba 1969) ha compaginado la docencia y la creación literaria durante años. Acaba de publicar la novela ‘Infancias Rotas’, un libro que responde a su compromiso con la toma de conciencia ante el problema de los abusos sexuales a menores y el pasado 25 de octubre partició en el Aula DV a partir de las 19.30 horas en el Aquarium donostiarra. La autora habló de «una realidad que, por atroz y vergonzosa, se mantiene oculta perjudicando seriamente a las víctimas».
– ¿Cuál es la realidad del abuso infantil?
– Un 20% de las niñas sufren abusos desde que nacen hasta los 18 años y en el caso de los niños el porcentaje es del 25%. Esas cifras coinciden en todo el mundo occidental. Todo el mundo piensa que es un problema menor, porque está muy oculto y muy silenciado, pero las consecuencias son devastadoras para los niños y para la sociedad.
– ¿Cuáles son esas consecuencias?
– A los niños les destroza la infancia. A partir de ahí, hay distintos tipos de reacciones. La más fuerte sería el suicido. De hecho, la mayoría de casos de suicidio infantil son por abusos sexuales. Pero también sufren cambios de comportamiento radicales y esos niños van a rehuir las relaciones afectivas y a cuestionar la autoridad, lo cual genera conductas antisociales. Por eso digo que es un problema para la sociedad también: un porcentaje de los niños abusados serán abusadores el día de mañana.
– ¿Y cómo se puede prevenir?
– Con dos líneas de actuación. Una es la detección precoz y luego con información y formación. Formación a nivel académico; los profesionales del entorno infantil tienen que conocer estas estadísticas y saber cómo actuar. Es verdad que hay unos protocolos de actuación pero se desconocen y en poquísimos casos se activan. A nivel familiar es un tema que hay que hablar, al igual que se hace con campañas anti alcohol, drogas o prevención de accidentes, por ejemplo. Pues de este tema casi nadie habla, cuando la mayoría de los casos se dan en el entorno familiar. La gente tiene que saber que esto ocurre, y no solo en entornos marginales como a veces se piensa.
– La semana pasada, sin ir más lejos, se detuvo en Granada a un padre que había violado a su hija de 11 años.
– Es gravísimo porque los agresores suelen ser personas normales y es difícil detectarles. En ese caso la madre grabó la violación con el móvil, pero lo habitual es que sea el propio niño quien lo denuncie. Casi todos los menores hablan, lo que pasa es que a casi ninguno se le entiende o no se le escucha porque utilizan su vocabulario. Es muy común que hablen de monstruos, por ejemplo, y a lo mejor están refiriéndose al padre. Pero quizá un perito, un forense o un trabajador social no sabe interpretar al niño y, directamente, se desestima el caso al creer que son fantasías del menor.
– ¿Esa niña vivirá transtornada el resto de su vida?
– Todo niño que sufre abusos vive trastocado. Pero si el niño lo verbaliza o se detecta lo que le pasa y recibe un tratamiento adecuado, esa vivencia siempre la va a tener pero la puede vivir de una manera más sana. No todo el que ha vivido un trauma con mayúsculas va a tener una vida desgraciada, pero tiene que aprender a vivir con ello.
– ¿Los dibujos que pinta un niño pueden ser relevantes a la hora de destapar un caso de abusos?
– Sí, hay dibujos que son indicadores, pero no hay muchos profesores que hayan recibido formación para identificarlos. Hay algunos que solo corresponden a niños de los que se ha abusado, como son los eróticos o los que tienen alguna simbología genital o sexual. Sería fundamental que en todas las disciplinas académicas se impartan clases sobre el abuso.
– ¿Cuáles son la consecuencias afectivas o emocionales de los menores víctimas de abusos?
– Casi en el 85% de los casos el abusador es alguien muy cercano al niño. Alguien con gran ascendente y que suele acercarse por medio de la seducción o del favoritismo, de hacerse con la confianza e incluso con la voluntad del menor. La consecuencia del abuso será que el niño desconfiará de las relaciones afectivas porque quien le ha hecho daño ha sido alguien que ha entrado por esa vía. Además, también sufrirá trastornos psicológicos como ansiedad o depresión, conducta antisocial, promiscuidad o todo lo contrario, y pueden convertirse en niños que se encierran en sí mismos y que no se preocupan de su higiene porque quieren generar rechazo y que no se les acerque nadie porque piensan que les va a hacer daño.
– ¿Es posible que una niña pueda seguir queriendo al padre que le ha violado?
– Sí, siempre le va a querer. Y lo peor es que muchísimos de esos casos, aunque el niño lo haya denunciado e incluso aunque haya sido creído en un proceso judicial, casi todos los niños se retractan. Dicen que no ha sido verdad, bien por miedo, por amenazas o por presión del resto de familiares como la madre o los abuelos, que le dicen: ‘yo te voy a proteger para que no te vuelva a pasar más pero tienes que decir que es mentira’, porque la familia tiende a ocultarlo.
– ¿Normalmente quién abusa más, los padres, las madres, los abuelos?
– Sobre todo los padres. El 65% de los casos viene del entorno intrafamiliar; padres, padrastros, hermanos, abuelos y tíos.
– ¿Las madres abusan de sus hijos?
– Algunas hay, pero pocas, y abusan más por la vía psicológica. Es decir, madres desaprensivas que por ganar la custodia del niño le inducen a decir que su padre está abusando de él siendo mentira. Pero al final eso también es un abuso porque el niño puede llegar a creérselo. Son pocos casos, pero desgraciadamente pasa como con las denuncias falsas de violencia de género, que a quien realmente perjudican es a las víctimas.
– ¿Es importante visibilizar este problema?
– Es importantísimo. Yo lo he querido visibilizar a través de este libro porque creo que la novela acerca al lector a mundos que no conoce o que no se ha planteado siquiera que existan. A priori es un tema muy desagradable pero creo que he conseguido darle una fácil lectura con mucho suspense e intriga para que se conozca este tema. Porque aunque los datos están ahí la reacción de mucha gente es ‘yo no me lo creo’. Una de las historias del libro está basada en una amiga mía. Le conocía hace 20 años y pensaba que no tenía familia. Resulta que un día nos reconoció que había roto con su familia porque su abuelo abusaba de ella. En su casa le dijeron: ‘tú calla y no digas tonterías’. Se calló hasta que intentó abusar de ella otra vez y levantó la voz. Le dijeron que bajo ningún concepto le iban a permitir que hablase de esa manera, así que se fue de casa y nunca más supo de su familia.
– ¿Hay un patrón de agresor o puede ser cualquiera?
– En psicología el abusador está considerado como una persona normal, no tienen ninguna patología. Son personas empáticas, inteligentes, con baja autoestima que suelen disimular aparentando mucha seguridad pero que tienen carencias afectivas o de dominio de sí mismos. Tienen necesidad de sentirse poderosos y el abuso sexual no es un hecho físico concreto y puntual sino que es una relación que dura en el tiempo, donde lo más importante es hacerse con la voluntad y los afectos de la víctima.
– ¿Estamos ante una lacra social oculta?
– En psicología se le llama epidemia. Un hecho en el que los efectos negativos van más rápidos que los paliativos. Un abuso no solo destroza la vida del niño sino que desestructura la familia y provoca mucho daño social.
– ¿Cuál es el primer paso para superar este problema?
– Identificar lo que le está pasando al menor porque un niño no tiene capacidad de tener conocimientos sexuales, y no sabe lo que le está ocurriendo. Es el adulto el que tiene que identificarlo.
– ¿En un abuso puede no haber contacto físico?
– Sí, en las noticias salen casos de padres que violan a sus hijas, y eso es gravísimo. Pero si el padre solo la ha violado, esa niña es mucho más recuperable que uno que lleva abusando de ella una serie de años y que no la ha violado, porque el daño psicológico-afectivo es mucho mayor. En un abuso no tiene ni por qué haber contacto físico. Algunos adultos se conforman con mirar niños desnudos por internet.
– ¿Internet supone el primer paso para los abusadores del mañana?
– Un abusador lo es intrinsícamente aunque no haya cometido ningún abuso. Pero es verdad que se están aumentando el número de casos de abusos a través de internet. Es fundamental detectarlos porque los abusadores suelen ser reincidentes y no se trata de un enamoramiento hacia un menor, es un delito sexual.